Edouard with Operation Christmas Child shoebox

Edouard y un yoyo verde

Edouard y un yoyo verde


El artículo desconocido fue una fuente de curiosidad y conversación en la comunidad de Edouard en una comunidad en el oeste de África.

Mis padres trabajaban duro para proveer para nuestra familia en Senegal. Apenas y sobrevivíamos. Comíamos una comida al día, usábamos velas y lanternas para alumbrar y dormíamos en el piso.

Los miembros de la familia buscaban diariamente pedazos de lona, madera o metal para cubrir nuestro hogar. Sin un techo permanente, nuestras pertenecías eran vulnerables, así que hacíamos lo posible para cuidarlas. Ningún artículo se desperdiciaba. Usábamos papel periódico como tapiz para paredes.

Nuestra familia conocía del Señor, y encontrábamos gozo y paz en las circunstancias.

Éramos una familia feliz, aunque sin cosas. No teníamos un refrigerador ni colchones. No era fácil, pero estábamos contentos, porque éramos una familia y estábamos juntos.

Recuerdo a mi papá, un pastor, empezar el día diciendo: “Dios, Tú eres bueno, y te entrego mi día”. Mi padre nos recordaba que Dios veía el panorama completo y nos animaba a encontrar gozo y esperanza en la Palabra de Dios, a amar a Dios y a los que nos rodeaban.

Regalo sorprendente

Puse mi confianza en Jesús como Salvador a los 12 años en un campamento de niños. Dos años después, durante el estudio bíblico del miércoles por la noche en la iglesia, recibí una caja de regalos de Operation Christmas Child.

Estaba feliz por recibir dos cepillos de dientes, y le di uno a mi hermana. Eran nuestros primeros cepillos de dientes reales. Antes habíamos untado carbón y sal para limpiar nuestros dientes.

También recibí otros artículos como lápices de colores, un libro para iluminar y un yoyo verde. Nunca había visto algo igual y no sabía qué era.

Pensé que era una resortera moderna como la que David usó para matar a Goliat (1 Samuel 17). En las primeras semanas, mis amigos y yo lo hacíamos girar sobre nuestras cabezas, hasta que un miembro de Operation Christmas Child vistió nuestra iglesia y nos enseñó cómo usarlo.

El yoyo circuló en la comunidad mientras los amigos y vecinos curiosos intentaban usarlo. Desde que recibí ese extraño regalo, se volvió un punto de conversación.

“¿Sabes lo que me dieron?”, le decía a mis amigos y les enseñaba la caja de regalos. Intrigados, preguntarían: “¿Qué hay ahí? ¿Quién te lo dio?”

La gente quería verlo y tocarlo, pues venía de un lugar desconocido. Me sorprendió que alguien me enviara semejante regalo.

Pensé: “¿A quién le interesaría un niño de tan lejos en un país polvoriento y que no tiene comida, duerme en el suelo, no va a la escuela y no tiene un cepillo de dientes?”

Vi que a Alguien le importaba: a Dios. A Él le importo mucho. Dios escucha nuestro clamor y nos ama. Tengo un Dios que me ama mucho.

Se trata del amor de Dios que cambia vidas. La persona que empacó mi caja de regalos con amor, esa persona cambió mi vida. Dios transformó mi vida.

Momento de devolver

Mi caja de regalos me inspiró a integrarme más a la iglesia, a servir a Dios y a otros.

Unos años después, vine a los Estados Unidos para entrenar como atleta de pista. Una tarde de miércoles, mi líder juvenil me llamó y me pidió que fuera a la iglesia con otros jóvenes para mover unas cajas. Cuando vi las cajas rojas y verdes empecé a llorar. Se parecían a la que recibí cuando tenía 14 años.

Animé a los otros jóvenes a tomarse el tiempo de orar por cada caja que movíamos.

Hoy, mi vida ha dado un giro en más de una manera. Ahora trabajo con otros atletas como su entrenador personal, hablo a grupos sobre empacar cajas de regalos como la que recibí de niño y soy un pastor como mi padre, animando a otros a poner a Dios primero en sus vidas y a compartir Su amor con otros.

Lo más importante que puedes empacar en una caja de regalos es tu corazón, porque es lo que un niño necesita. En algún lugar del mundo, hay un niño esperando que tú decidas empacar una caja para mostrarles el amor de Dios.  

Español
Quantcast