Karabo y el peine

Karabo y el peine


Fue el principio de la reapertura de mi corazón... y confianza en Cristo.

Aún conservo el cepillo café que recibí en la caja de regalos de Operation Christmas Child, lo cargo en mi bolsillo desde que tengo 11 años. Es más que una ayuda práctica, es una reafirmación de la fidelidad de Dios cada vez que lo miro.

Es un recordatorio que Dios conoce mis necesidades, aún en las pequeñas cosas y me trae gozo.

LA SOLEDAD DE LAS PÉRDIDAS

Mi corazón sufrió pérdidas a una edad temprana en mi vida. Mi papá murió cuando yo tenía 5 años. No mucho tiempo después, mi mamá me abandonó, dejándome con mi abuelita y no vi a mi mamá por muchos años.

Creciendo con my abuelita en una aldea de Lesotho, un lugar campestre de África del Sur, yo ayudaba al cazar para la comida y atender la huerta y las gallinas. También tenía que caminar millas para cargar el agua.

La parte favorita de mi día era después de la cena cuando mi abuelita me contaba historias, que por lo general, tenían buenas lecciones. Después, antes de dormir, doblábamos las rodillas y orábamos. Mi abuelita era como una madre para mí. Me enseñó mucho, incluso a leer y escribir. Pero lo más importante, me enseñó sobre Dios.

Cuando mi abuelita murió sentí que mi corazón se había roto en desconsuelo. Me fui a vivir con un tío en la ciudad, pero extrañaba estar en el campo y escuchar las historias caseras que mi abuelita solía contarme cada noche. El siguiente año, mi mamá murió. Pese a que la había visto pocas veces, también sentí la pérdida de la posibilidad que ella regresaría por mí algún día.

EXPERIMENTANDO EL AMOR DE DIOS

Cuando tenía 11 años vi un volante de un evento de Operation Christmas Child en una iglesia local en Lesotho. Mi primo y yo fuimos al evento, donde escuchamos del Evangelio y recibimos una caja de regalos.

No tenía muchas cosa que fueran mías. Me había acostumbrado a pedir prestado las cosas cuando las necesitaba y regresarlas después. Cuando recibí mi caja de regalos, no podía creer que esas cosas que habían adentro fueran todas mías.

El gesto fue un reglo en sí mismo. Fue el inicio de la reapertura de mi corazón, el cual había protegido por mucho tiempo debido a las pérdidas y dolor, pero se lo entregué a Cristo.

Recuerdo que la caja de regalos llenó un vacío en mi corazón. Dios la usó para darme esperanza y llenar lo que tenía necesidad en ese momento de quebrantamiento. Decidí seguirlo a Él y Él me miró, el Dios que ve y conoce las profundas necesidades de mi corazón.

Tenía el deseo de conocerlo a Él y empecé a aprender más sobre Él. Entonces, le entregué mi vida a Él y experimenté Su presencia en mi vida. Hoy, tengo vida eterna en Jesucristo por Su amor por mí.

Después de todo lo que Dios ha atravesado conmigo, muchas personas me dicen que tengo suerte, pero y les digo que fui escogido. Ellos dicen que es una coincidencia y yo les digo que es una bendición. Esa es la diferencia entre una persona que ha visto la luz de Dios y una que no.

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