World Medical Mission – Un ministerio de Samaritan’s Purse

Primavera 2023

Los recuerdos de la infancia inculcaron valores para toda la vida en dos médicos que sirven en Zambia

La cesárea estaba casi completa cuando el cuarto se oscureció.

El Dr. Claudiu Cimpean, un cirujano general que visitaba Zambia desde Carolina del Norte, asistía a otro cirujano durante la operación. Era su primera semana como voluntario en el hospital Macha Mission, un lugar remoto en el sur de Zambia.

Afortunadamente, habían recibido al bebé unos momentos atrás, que llegó saludable y anunciándose con un fuerte llanto.

Los cortes de electricidad no son raros aquí, y el personal en la sala de operaciones sabía exactamente qué hacer. Tres de ellos sacaron sus celulares de los bolsillos e iluminaron en unísono para que el médico terminara de suturar a la paciente.

Tomó quince minutos para que los generadores se encendieran. Para entonces, los cirujanos habían finalizado el procedimiento, y todo estaba bien con la madre y el recién nacido. Un poco después, la energía eléctrica regresó.

El Dr. Cimpean se impresionó por la actitud del personal que resolvió el problema. Como no había experimentado antes África, cada día era una aventura en el hospital.

“Teníamos recursos limitados, pero el cuidado era bueno y los pacientes resilientes”, dijo. “Al ser un hospital rural, se las arreglan con cualquier situación que surja”.

“Teníamos recursos limitados, pero el cuidado era bueno y los pacientes resilientes”, dijo. “Al ser un hospital rural, se las arreglan con cualquier situación que surja”.

Lo que se había planeado originalmente como una experiencia familiar en las misiones se tornó en un grupo de tres debido a enfermedad y las obligaciones escolares. Cimpean, su hijo de 15 años llamado Andreas y su cuñada, la Dra. Iona Pogacean, hicieron el viaje. La Dra. Pogacean es dentista y también era su primera oportunidad de servir en un hospital misionero.

“Pude relacionarme con las personas en Zambia y ajustarme rápidamente a la vida aquí debido a mi crianza”, explicó la Dra. Pogacean. “De niña experimenté apagones. Lavábamos a mano. Jugábamos afuera, pues no había nada más para entretenernos. Todos los niños nos conocíamos y jugábamos juntos”.

Ambos médicos son originarios de Rumania y crecieron bajo el opresivo régimen comunista. Aprendieron a arreglárselas con lo que podían y se gozaron en medio de los problemas. Ahora, como ciudadanos americanos, aprecian profundamente las libertades que disfrutan en Estados Unidos y quieren dar a otros la esperanza de un mejor futuro.

“Casi nulas”

Los padres de Cimpean estudiaron y trabajaron como economistas para el gobierno. Sin embargo, ya que eran cristianos y se negaron a unirse al partido comunista, Claudiu dijo que no pudieron avanzar en sus profesiones.

Recuerda vivir en lugares con muchas personas. La familia Cimpean, que incluía a Claudiu, sus dos hermanos, sus padres y los padres de su mamá, vivían en un departamento de cinco habitaciones. Tres familias vivían ahí y compartían la cocina y el baño.

“Bajo las reglas del estado, no podías tener más”, dijo. “Durante los primeros 15 años de mi vida, ya que mi departamento se consideraba grande, tuvimos que compartirlo con otras familias, aunque no tuviéramos parentesco”.

Cimpean estaba en su tercer año de la escuela de medicina cuando cayó el comunismo en Rumania en 1989. Él y su esposa se mudaron a Rhode Island y luego a Michigan para su residencia.

Unos años después, la Dra. Pogacean, que ya practicaba odontología en su país, aplicó para una lotería de la residencia (green card) americana. Describió sus oportunidades como “casi nulas”, pues solo 55 000 personas alrededor del mundo son seleccionadas anualmente para el programa. El sobre por el que tanto oró llegó en el correo al año siguiente.

Pogacean tuvo sentimientos encontrados durante el vuelo trans-Atlántico hacia Washington, D.C. pero finalmente se instaló, tomó clases para poder practicar su profesión en Estados Unidos y se unió a los Cimpeans en Carolina del Norte.

Un viaje de una vida

Experimentar los desafíos diarios en Zambia trajo de vuelta muchos recuerdos de la infancia a los dos médicos. Durante los años difíciles en Rumania, Pogacean y su familia no tenían muchas posesiones materiales. Desde ropa hasta libros y comida diaria, se aseguraban que todo durara lo más posible.

Cuando llegó a la clínica dental en Macha, vio instrumentos usados, pero todavía funcionales en la charola. Para su sorpresa, los instrumentos nuevos estaban en una alacena, sin usarse y resguardados.

El mismo cuidado se daba a los objetos en la sala de operaciones. Cimpean notó que las batas se doblaban con cuidado después de usarse, se limpiaban y se volvían a usar. Los materiales para sutura escaseaban. Al estar al tanto, Cimpean trajo varios suministros que donó al hospital.

El viaja a Zambia también fue una experiencia de aprendizaje para su hijo Andreas que pudo observar algunas cirugías. Estaba en el lugar cuando la electricidad cesó durante una cesárea.

“Le sorprendieron varias cosas, pero me emociona que sea parte de esto”, dijo Cimpean.

El cirujano también se sorprendió debido a algunos casos médicos que no había visto en Estados Unidos o Rumania. Uno fue de un pequeño niño con rabia. Después de ser mordido por un perro, los padres del niño esperaron un mes antes de traerlo al hospital. Cuando llegó, ya babeaba, estaba muy agitado y trato de morder al personal. Tristemente, el niño murió al día siguiente.

También trató niños que sufrían de quemaduras serias después de caer en el fuego para cocinar. Una niña de 6 años tenía quemaduras de tercer grado en su abdomen, espalda baja y muslos. En Estados Unidos, la paciente hubiera sido llevada por aire a un centro para quemaduras. Esta no es una opción en esta parte del mundo. La niña sigue en Macha y recibe una serie de injertos de la piel, pero el proceso de sanidad será largo y tortuoso.

“He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre”.

-Filipenses 4:11

En la clínica dental, Pogacean se adaptó a trabajar sin rayos X, gasas y otros artículos que considera esenciales en su oficina en Carolina del Norte. Trajo anestésicos e hizo limpiezas y empastes.

Tampoco tenía un equipo de asistentes e higienistas. Un terapeuta dental era el único otro miembro del personal y su principal trabajo era extraer dientes. Es el primer paso que se toma, y lo que esperan los pacientes, cuando llegan a la clínica Macha.

“Las personas caminan grandes distancias para venir a la clínica. Si saben que tienen una caries, aún si no duele todavía, quieren que se remueva el diente”, dijo. “No quieren arriesgarse a caminar de regreso a su aldea y luego tener más dolor”.

Andreas was excited to form friendships with the children of other medical staff.

Pogacean se maravilló pues nadie se quejaba, incluso los niños. Recuerda el valor de una pequeña de 5 años que obviamente tenía miedo. “Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, pero no hizo ruido. Se quedó quieta en la silla y dejó que la tratáramos”.

“Es una cultura diferente. La mayoría de las veces las personas tienen una sonrisa amplia. Están cantando y felices a pesar de las dificultades”, dijo Pogacean. “Se me hizo interesante que muchos niños se llaman Felicidad o Bendición”.

Después de servir en el hospital, la familia pasó unos días en Livingstone, donde experimentaron el esplendor de las cataratas Victoria. También fueron a un safari en Botswana. Pero lo mejor para Andreas fue ver la final de la Copa del Mundo en el restaurante de un hostal con personas de todo el mundo. Se habría perdido esa experiencia si se hubiera quedado en casa para ver la final en su televisor.

Sin embargo, hubo un problema técnico. Con Argentina y Francia empatando 3-3, y el juego casi al final, hubo un apagón en el hostal.

Hubo una gran conmoción. Afortunadamente, el juego tenía un corte de comerciales, y cuando regresó la electricidad, estaban los penales. Andreas pudo ver el final y ganó su equipo.

También fue un momento especial para su padre y su tía. “Fue tan divertido y me hizo pensar en cuánto me gusta Zambia. Cuando crecía en Rumania, las fronteras estaban cerradas y pensé que jamás saldría de Rumania”, dijo Pogacean.

“Hace poco le dije a Claudiu que no podía creer que estaba pisando África. Nunca imaginé que podría hacerlo”.

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